Capítulo dos: ¿Quién eres?
Desde pequeña estaba acostumbrada a mudarme de un lado a otro, de un hospital militar a otro, Alemania era muy grande, sobre todo las ganas de los alemanes por saber qué es lo que tenía y cómo podían usarlo en nombre del pueblo; mi madre siempre quería protegerme, de cualquier cosa, la mayoría de ellas eran cosas que no estaban al alcance de sus manos, dado que mi padre era el que se encargaba de todo eso, pero aquel día todo había cambiado.
Mi padre había ido a la fuerza militar alemana para pedir una prórroga a nuestra familia, mis padres querían que los experimentos terminarán y nos dejaran vivir como una familia normal, claro que no les convenía alejarme de ellos, estaban a punto de usarme como un arma militar para las guerras contra las naciones más potentes, conmigo, Alemania sería invencible, mi Don era importante para ellos, un juramento me ataba a la fuerza militar y a mis padres también, habíamos llegado al límite de las cirugías y demás, nadie pedía mi opinión, para mi padre todo era bueno hasta que todo se le fue de las manos, él odiaba no poder tener el control, y entonces en aquel viaje, habían mandado a matar a mi padre, había parecido un accidente pero mi madre sabía bien quién lo había hecho, ella no podía seguir así, ahora sin mi padre las cosas estarían peor que antes, me alejarían de ella por completo.
-Nos vamos, toma todo lo que puedas. Dijo mi madre al cerrar la puerta con fuerza esperando que nadie la hubiese escuchado.
-¿Y mi padre?, no pienso irme sin él. Conteste.
Las puertas del guardarropa se escuchaban abrirse y el cómo caía la ropa encima de la cama, era un largo viaje, parecía que era para siempre.
-No pienso irme de aquí, ésta es mi Tierra, mi país-. Recalque, quería hacerla entender de que lo que hacíamos estaba mal.
-¡Archët!, ¿no me estás escuchando?, has caso y empaca, ahora mismo-. Grito mi madre desde su recámara.
-No pienso irme sin mi padre, jamás.
-Él está muerto, lo mataron Archët.
La noticia me había llegado como balde de agua helada, quedé en shock, no podía moverme, mi madre pasó a mi lado haciendo una mueca de desaparición, entró a mi cuarto y empacó todo lo que pudo.
-¡Vayámonos ya!-. Grito saliendo de ‘’la casa’’.
‘’La casa’’ era un fuerte que estaba dentro del hospital en el cual experimentaban conmigo; fuera del lugar, en el pasillo se encontraba un señor puliendo el piso, un intendente, mi madre no paraba de tomar cosas y ponerlas dentro de la maleta, decía de todo, maldecía e intentaba no gritar para no llamar la atención de los ''vecinos''(personas encargadas de cuidar de nosotras). Ella estaba mal,k parecía que no había dormido en años, lo peor es que era verdad, nunca durmió por cuidar de mí y mi padre, mi padre la persona la cual yo más quería ahora ya no existía, qué haría ahora, a dónde iríamos, no teníamos salida, nos esperaba una vida llena de sufrimiento, pero para mi madre no era así, había una salida y si esa salida nos llevaba a una mejor vida para ella estaba bien, no importase a donde fuera; espere a que se calmara y estuviera lista para irse.
- ¿A dónde vamos a ir?, no hay salida-. Le dije esperando que dijera que tenía razón, que nos diéramos por vencida.
- Nos vamos a un lugar donde puedes ser tú, iremos a una escuela en América del Norte-. Pronunciaron sus labios.
No podía creerlo, subimos a un taxi y él nos llevaría hasta un dichoso lugar para tomar un helicóptero para aquel lugar al que mi madre tanto apreciaba, su antiguo lugar, de donde es, donde nació. Las pájaros volaban arriba de nosotras, el taxi arrancó y el plumaje de las aves cayó sobre nosotros, haciendo que el conductor perdiera los limpia parabrisas, tenía una leve esperanza de que todo ésto saldría bien, pero en efecto salió, llegamos a nuestro destino, un helicóptero nos esperaba con dos personas a bordo de él.
- No tengas miedo, el magisterio se hará cargo de todo, de las dos- Dijo para calmarme.
- No me da gracia, ¿qué hacemos aquí, de verdad piensas huir?, no quiero -. Insistí.
Ahora que lo veía todo tan real no quería dejar lo que ya conocía, aunque fuera de lo peor, era mi ciudad, desde pequeños nos enseñan a ser fieles a la patria, aunque ella no lo fuera con nosotros, no importaba qué, no podía permitir que ésto se efectuara.
- ¡¿Qué diablos dices Archët?!, no estoy para tus juegos, sube ahora mismo-. Grito mi madre.
- Venga Archët, estarás bien con nosotros-. Dijo un señor canoso ofreciéndome su mano.
Intentaba hallarle el lado bueno del asunto, pero nada podía hacerme cambiar de parecer, tenía un gran vacío en mi corazón que nadie podía llenar, mucho menos que ahora mi padre se había muerto, mucho menos porque mi madre era tan débil, que no podría ni siquiera cuidar de ella misma, entonces lo entendí, no podía irse sin mí, jamás lo haría, cómo dejarla ir, es tan poca cosa, quiero decir, ella es tan frágil que con cualquier cosa se podría romper, entonces encontré la razón para seguir, ella. Subí al helicóptero.
- ¿Quiénes son ustedes?-. Pregunte.
- Somo el magisterio, nos encargamos de chicos como tú, con Dones-. Una chica me había respondido con cortesía, era bella y vestía muy elegante, muy angelical.
- No somos caridad, cuidaremos de ti, te educaremos-. Intervino un señor alto, de canas y ojos almendrados.
- Están invirtiendo en mí-. Conteste.
- Así es, invertimos en ti, pero no hacemos lo que queremos contigo, no como un objeto-. Sugirió el señor.
Su voz me había dejado sin pestañear, no conocía nada de ellos y eso me asustaba.
- ¿Cómo sé que son diferentes a ellos?-. Pregunte a la defensiva.
- Sabemos que eres fiel a tu país Archët-. Él se aproximaba hacía mí ofreciéndome una carta con un par de reglas y beneficios para mi familia, solo tenía que firmar.
-Ylrëk debes pensar en tu hija, no en tu país-. Dijo la mujer.
- Déjate de eso Larissa, nuestro país nos necesita, sabrán qué hacer con ella.
- Solo deben firmar aquí-. Dijo el señor con traje formal.
Anteriormente mis padres habían decidido por mí, hoy me tocaba a mí, elegir por mi madre y por mí, podía decidir nuestro futuro, deseaba ser libre, conocer personas con Dones como yo. Firme. Quería ir a un lugar donde pudiera encajar, no ser el centro de atención, mucho menos un experimento.
Habíamos llegado a América del Norte y habíamos pasado muchas civilizaciones ya, después de unas cuantas habíamos llegado a una escuela, mi nueva vida se encontraba ahí.
- Está lloviendo, será mejor que usen el paraguas-. La señorita nos ofreció una a cada una, mi madre no paraba de sonreír, la notaba diferente, parecía estar segura de sí misma, estaba calmada, ahora todo lo que tenía que hacer era sobrevivir a éste lugar.
- Llámame una tonta, pero yo no me pierdo esa fiesta aunque el sol necesite de mi ayuda-. Decía una chica vestida como una bailarina exótica, con unos enormes tacones.
Mi madre y yo nos dirigíamos a la dirección.
- Ve a dar una vuelta, conoce el lugar, yo hablaré con tu madre respecto a tu inscripción-. Sugirió el señor que aparentemente era el director de la escuela, bastante antipático.
Conseguí llegar al baño sin perderme, entre al último retrete, junto a un canasto lleno de porquería me encontré con una navaja, salí a lavarla y desinfectarla, era hora de mi adiós, pensaba que si dejaba salir mi sangre con ella se iría mi poder, mi madre lo creía imposible, pero quería intentarlo de cualquier forma.
- Archët, si tu dolor sale puede que deje de doler-. Dijo la doctora.
- ¿Está segura doctora?-. Estaba harta de los experimentos.
- No, pero yo lo hago y me funciona-. La doctora me enseño sus brazos, llenos de cicatrices.
Ella era una gran amiga mía, como no tenía a nadie con quien hablar durante las pocas horas de descanso, su horario con el mío era casi el mismo, así que intentábamos ser como amigas aunque no se podía en ese lugar, nadie podía ser mi amigo y no se podía tratar nada de emociones porque podría perjudicarme, eso decían.
- Gracias, Stephäni-. Dije cubriendo sus brazos y alejándome de ella.
Lo bueno de ello era que las marcas desaparecían, gracias a mi Don, era por eso que seguía haciéndolo, nadie me podía decir nada y los científicos no se enteraban de ello.
- Me dijeron que es una chica, debe ser una humana, nada especial-. Sugirió un chico a otro, hablando por el pasillo.
Mensaje de texto:
Archët, ve al Aula C-4, al final del pasillo, te espero en la salida, suerte.
Larissa.
- Dicen que su padre era un idiota, experimentaban con ella, debía ser un bastardo-. Dijo un chico alto, algo robusto.
- ¡Oye!, Gred- el chico le dio un codazo. -Ahí está la chica-. Me miraron con susto, pero lo tomaron normal en unos segundos.
Me acerque a ellos mientras mis heridas se curaban, había sangre escurriendo por mis brazos hasta mis nudillos, llegué hasta Gred, aquel chico que había insultando a mi padre, lo mire y sin pensarlo lo tomé del cuello, lo estaba matando, su cuerpo se opacaba, se volvía gris, sin vida.
- ¡Profesor!, la nueva está matando a Gred-. Grito un chico que hablaba con un señor alto y esbelto.
Escuche las voces desde la otra orilla del pasillo, él sólo era un obstáculo para mí, así que sólo lo dejé ir, quería matarlo, perforarlo, dejarlo sin aliento por lo que había dicho.
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